Hoy tengo algo que confesarte amiga. No lo hago sólo porque se me ocurrió, sino porque sé que te va a ayudar en este duro camino para perder peso.
Yo l levaba un par de años tratando de cambiar mis hábitos alimenticios, pero como te imaginarás era bastante difícil…
Lograba cambiar una o dos semanas pero a la siguiente me “daba permiso” a mí misma de comer cosas fuera del régimen y se convertían en dos semanas de romper las reglas.
O recuerdo la vez que me enfadó muchísimo. Logré llegar a 4 meses de dieta, los resultados ya eran visibles y estaba muy contenta. Entonces decidí dejar de ser “tan dura” conmigo misma… ¿El resultado? Regresé a mi peso anterior en pocas semanas y los 4 meses de dieta se fueron a la basura. Otra vez tenía sobrepeso.
¿Qué estaba sucediendo?
Fue entonces cuando me senté a pensar cuál era el problema y por qué era incapaz de lograr ese sueño de tener la figura que quería.
Lo que me dije a mí misma fue bastante duro, pero fue para bien, porque a partir de ahí comencé a ver las cosas de forma muy diferente…
Con todo el dolor de mi corazón tuve que confrontarme a mí misma y me dije: “Ana, no seas cínica. ¿Cómo esperas eliminar esa grasa corporal si tú misma te esmeras en recuperarla justo después de haberla perdido?
¿Quién te obliga a comer la comida chatarra que comes? Nadie. ¿Crees que necesitas toda la comida que te llevas a la boca? ¡No! Tu cuerpo mismo la pasa muy mal digiriendo comida emgordante y almacenando la grasa.
No te mientas a ti misma, ni de broma necesitas toda esa comida. En realidad comes por compulsión, por nervios o porque ya tienes el hábito del pastelito, de la golosina, del dulce, del postre, de la pizza.
Lo que tú tienes se llama gula Ana y te vas a quedar gorda si no cambias.
Y hay más…
Y también pasé por mi oscuro episodio de sobrealimentación emocional. En esta etapa, mis emociones enfrascadas se acumulaban hasta el punto de explotar, y era ahí cuando comenzaba a comer de más, comer chatarra y obviamente a subir de peso.
Yo misma me confronté y admití que eso era un error. Si tenía emociones contenidas era mi responsabilidad desahogarme de formas más sanas, no terminar perjudicándome yo misma. ¿Qué culpa tiene mi propio cuerpo?
En otra etapa de mi vida, comer de más era una forma de castigarme, auto-destrucción disfrazada. Pero… ¿Iba a resolver algo con esto?
No.
Ninguna de esas cosas justifica que comiera de más. Ninguna justificaba el hecho de que elegía comer alimentos insanos, grasosos, repletos de calorías que no necesitaba.
Era yo misma haciéndome daño.
Lo más importante…
Lo que quiero comunicarte al compartirte todo esto es que, al igual que tú, yo tenía “razones” para tener sobrepeso. ¿Pero qué tan válidas son esas razones amiga? ¿Es justo que te sigas haciendo esto?
Llega un momento donde todas debemos confrontarnos y poner un alto. Identificar la gula, las compulsiones y las emociones que nos hacen comer de más lo que nos lleva a aumentar peso que no queremos.
¿Qué me hizo cambiar? El saber que la salud nunca está garantizada y que no durará para siempre si sigues yendo en contra de tu cuerpo y de tu vida.
Nunca hay que tomarse esto a la ligera. Hay que ser conscientes de que podemos enfermar gravemente si no tomamos las acciones necesarias para bajar de peso y recuperar nuestra salud.
Piensa esto en todo momento amiga. Con cada bocado que te lleves a la boca. Primero evalúa si es necesario. Evalúa si te conviene comerlo. Evalúa por qué lo estás comiendo. Evalúa si puedes considerar sana la comida que estás consumiendo.
Aprende de mi ejemplo. No esperes a enfermar para cambiar. No esperes a que tu pareja te deje. No esperes nada. Despierta, elige bien, rescata tu salud y comienza el cambio hoy mismo.
Déjame un comentario y no dudes en hacerme llegar tus dudas. No estás sola en esto.
Ana Smith.